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Otro Lugar… Aquí Mismo

El juego de “hacer como si fuera”

Mariana Tocornal juega con la idea del juego. Formalmente esto es evidente: en la gran mayoría de su obra, soldados de juguete, pequeños revólveres, partes de muñecas desmembradas y otros objetos propios de la fantasía infantil son reubicados en instalaciones y escenas.

Recombinados y físicamente transpuestos, el trabajo de Tocornal vacía algo del desgaste y uso de estos objetos, pero la relación entre escala y narrativa, explícita en los objetos usados, no pueden sino hablar de la experiencia universal del juego infantil. Además de yuxtaponer varias miniaturas, el proceso artístico de Tocornal refleja la lógica fundamental del juego: la repetición. En la mayoría de éstos las reglas se aprenden (o se crean) jugando, los roles son asignados y, una vez que estos códigos están definidos, se puede comenzar. Sin embargo, la conclusión de cualquier juego de niños, es el simple, alegre e imperativo “¡Otra vez!”. Desde su búsqueda de objetos de segunda mano en ferias de las pulgas – reminiscencias de los hallazgos surrealistas y talismánicos en Paris,- hasta su casi obsesivo proceso de transformar estos objetos en porcelanas trabajar con la alteración de las formas que resultan del proceso, la obra de Tocornal materializa el impulso repetitivo que está en el corazón del juego, ya s a trabajando directamente con juguetes o con otros elementos.

Algunos juegos son rudos, otros delicados. Un juego de guerra infantil, por ejemplo, difiere dramáticamente de un juego de tacitas, y aun cuando la imaginería de Tocornal a menudo explora términos de violencia, los materiales que elige son igualmente sugerentes. La fragilidad de la porcelana requiere cuidado y precisión en su manufactura así como también conlleva sombras de peligro en sus fallas y quiebres. Por definición algo frágil se rompe fácilmente, y cuidamos, incluso de forma automática, de las cosas delicadas que nos rodean. Estas características propias del material pueden hablar de la preciosidad del objeto de arte y las actitudes de “guante blanco” que asociamos a producciones culturales, pero también habla de la fragilidad de la memoria y de los patrones de uso invocados en el blanco fantasmal de la porcelana.

Escenas precisas y crípticas resuenan a una gramática de usos que muestran cómo cada objeto queda atado a nosotros. Contamos todo tipo de historias a través de estas conexiones, sin embargo, la fragilidad resalta lo tenue de esa coherencia. Puestos en arreglos particulares como un juego en proceso pero no del todo comprensible para nosotros, quedamos abandonados buscando conexiones para rastrear una escena de implicación poética. En el rehacer, que es ya un proceso de cuidado y violencia, vemos relaciones delicadas que no ofrecen una historia fácil -una con objetos puestos de cierta manera en un escenario doméstico, relatando un recuerdo – sino objetos que nos piden comenzar con una actitud de como si fuera para juegos que serán jugados y memorias aún no descubiertas.

Con marcos ornamentados y esqueletos de llaves, el trabajo de Tocornal nos sitúa en un mundo viejo y pasado de moda. Sus juegos fuerzan lo objetual en un tiempo cuando la mayoría juega con pantallas vidriosas. Sin embargo, el tacto trae a ambos de vuelta a la vida. En vez de alojarnos en el espacio virtual, somos traídos a una relación próxima con las formas físicas, incluso con figuras que no son más que copias de un original. Así como nosotros nos proyectamos en el mundo, estos objetos nos atrapan entre ecos de originales perdidos, memorias e impulsos táctiles con superficies vidriosas de nuevas formas. En esa frialdad yace lo cálido pues con cada figura recordamos lo que buscamos en el mundo de las cosas y de todo lo que hemos encontrado ahí – desde el aprendizaje y el relajo hasta la fugacidad del pasado. De esta manera, lo que Mariana Tocornal finalmente produce, son espejos.

Edward Vazquez
Profesor de Historia del Arte y Arquitectura
Middlebury College VT. U.S.A.